domingo, 19 de abril de 2009

Caninos

Te la regalo, condensar en las cuatro o cinco palabras que caben en un afiche las claves de campaña de un candidato político. Porque la más favorable exhibición de incisivos y caninos se logra con un ortodoncista, que los hay buenos en Salta, y si no se hace tiempo, con el fotoshop. Pero las palabras, ay, son más resistentes que la dentadura, tirando a indóciles y hasta traicioneras. Sospecho que los candidatos las odian en estas ocasiones.
Así que me imagino a los publicistas sudando la gota gorda, exprimiéndose el cerebro para indicar en un puñadito de letras algo que se parezca a una idea o un proyecto y que encima tenga la virtud de atraer la atención y de sonar convincente. Y que exprese sólo eso.
Hace unos días aparecieron en las calles unos afiches con aquel llamado a que no nos roben la esperanza, sin mentar quien lo decía, si el almacenero de la esquina, el pastor del ex América o la mismísima vidente del cerro en comunicación directa con el más allá.
Hasta que al fin apareció quién era el custodio de la esperanza. Un joven con cara de bueno, que en el nuevo afiche desciende entre las nubes, muy dispuesto él a dar la batalla escatológica, cual un San Gabriel en los días finales del Apocalipsis.
Palabras traicioneras, que convirtieron a un aspirante a diputado nacional en un enviado celestial cuya misión parece restringirse a conservar una de las tres virtudes teologales. ¿Pero acaso eso no era de competencia de los obispos? ¿Si gana, no se generará un conflicto de poderes?
De todos modos, pensé, este hombre sabe que ya no queda nada porque todo se lo han robado. Poco ha podido hacer contra estos cacos, así que ahora, mutado en ángel, se dispone a dar la batalla contra los ladrones de la esperanza, que es lo último que se pierde.
En esas cavilaciones andaba cuando me topé con el afiche de otro candidato, recién llegado en el caballo de los comisarios prescindentes. De sus incisivos y caninos de rigor, el publicista hacía salir la clave de su proyecto: “Para defender lo nuestro”. ¡Para defender lo de ellos se presentan!
Leí de nuevo para terminar de darme qué feo habían jugado también estas palabras. El publicista había querido presentarlo como un gaucho valiente dispuesto a dar batalla contra los invasores, pero al menos en mi sólo lo había convertido en un perro guardián de lo que, junto a sus pares, se acababa de apropiar.
El candidato no era ya ni un gaucho, ni un ángel salvador, sino sólo un mastín dispuesto a defender con garras y dientes la presa de su jauría. ¡Y para defender lo de los suyos nos pide el voto!
Palabras traicioneras me dije. O sinceras y terribles, como un hocico que muestra sus colmillos.

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