sábado, 7 de marzo de 2009

Familia salteña

No es cierto que la propaganda es banal, superflua, inconsistente. Quienes la atacan con esos prejuicios deberían caminar por las calles de Salta con la única intención de leer los afiches publicitarios. Seguro aprenderá de la provincia en la que vive mucho más que un alumno de los nuevos manuales escolares que mandará editar el gobierno de la provincia.
Ahí está, por ejemplo, desde hace varios días uno que promociona una cerveza que lleva el nombre de la provincia que habitamos. Ya no lo recuerdo exactamente, pero es más o menos así: un salteño medio dice que el amigo de la novia del primo del cuñado de su tío le conseguirá donde parar, se supone que en vacaciones. El “creativo” tiene razón, en Salta todos nos conocemos o, al menos, pensamos que nos conocemos.
Pero los profundos lazos sociales que unen a los salteños no sólo se hacen operativos al momento de dormir de garrón en Cafayate en la Serenata. Lo que se dice “hacer sociales” se hace durante todo el año y en todas las ramas, y desde hace mucho.
Hace unos años un empresario hubiera podido decir que el decreto del subsidio provincial con el que hizo andar su empresa se lo firmó el “abuelo de los primos políticos de los nietos de mis padres” (su suegro el gobernador).
El mismo ambiente de familia puede hoy percibirse en los municipios vallistos, donde una interventora podría decir que el puesto se lo consiguió el sobrino segundo del primo de su suegro (su esposo el gobernador).
Se equivocan Bourdieu y todos sus seguidores locales que prefieren las alambicadas teorías francesas a la sencilla vida salteña. El capital mas valioso –al menos aquí- es el parental, no el simbólico. Dime qué familia tienes y te diré cuanto vales.
Pero nuestro concepto de familia no es tan estrecho como pueden pensar algunos foráneos. No es indispensable tener un apellido en común. También las relaciones de amistad o, menos sentimental, la simple sociedad de intereses, logran que uno ingrese a esta parentela de los cargos y los puestos. Por ejemplo, para ser designado ministro de la Corte puede ser suficiente haber sido secretario de Seguridad y/o amigo del gobernador que lo propone, o haber contado los votos del partido de un actual senador –que tendrá inocultables intereses en los próximos comicios- condiciones que también bastan para integrar el Tribunal Electoral.
Para casos similares se usa en otros países el horrible vocablo “tráfico de influencias”. También algunos periodistas han hablado de nepotismo, aunque solo para dejar en evidencia la amplitud de su vocabulario. Pero aquí en Salta preferimos decir que todos formamos una sola y gran familia y que ese motivo tenemos que ser orgullosos y leales.
Más que los concursos que acaba de anunciar el gobierno para empleados públicos sería importante poner en el escritorio de los últimos designados en el Grand Bourg un cartelito con su árbol genealógico. Para ahorrar un poco de tinta podría usarse un estilo menos indirecto que los ejemplos anteriores. “Hermano del ministro tal”, “sobrino del secretario mengano”, o tal vez, “primo del diputado zutano”, podría leerse en algunos despachos.
El método también podría probarse para los contratistas. Así, por ejemplo, en ocasión de algún evento un cartelito indicaría: “servicio realizado por la hermana del gobernador cual”. Y así.
Si la idea funcionara, su práctica podría extenderse al escritorio de jueces, secretarios, directores de empresas públicas. Así los salteños nos daríamos cuenta de cuan vinculados estamos.
Una visión individualista y liberal de la vida quiere hacernos pensar que cada uno de nuestros funcionarios llega allí por sus antecedentes personales, o que los empresarios más “exitosos” aquí lo son solamente por su habilidad para hacer negocios y su capacidad para afrontar riesgo. Se olvida así que, como han dicho muchos filósofos, el hombre es un animal social y el salteño lo es por excelencia. Después de todo, porqué no valorar que el salteño vale no tanto por sus méritos individuales o simplemente por lo que es, sino, sobre todo, por sus relaciones.
No sería injusto que alguna organización benéfica distinga con medalla de oro al peronismo salteño de hoy como el de ayer, al de corbata y al de remera, al de tipillo conservador y al que se da aire de joven intrépido, por su ponderación de los valores familiares: los hechos muestran que para muchos de ellos la familia –no sólo aquella primaria de padres, hijos y abuelos- sino también la más extensa de las amistades, las sociedades y las alianzas, es lo primero.
Ahora se descubre con cuanta sabiduría el ministerio de Turismo y Cultura aconseja a los salteños, en el afiche de al lado, salir de vacaciones pero quedarse en Salta. El descanso, claro que sí, también en familia. Lo que uno no sabe es si tal clima familiar merece ser festejado con una cerveza helada o, por el contrario, solo da para seguir carajeando por las calles.

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